25 de abril de 2012

Sin bastón.

Todo aclarado. Fin del juego.

Al final, cuando intentas tomarte la vida como un juego, te das cuenta de que llevas las de perder.
¿Dónde quedan las palabras? Pulverizadas por el fuego de la indiferencia.
Y, ¿ahora qué? ¿Ya está? Fue bueno y breve. ¿Por qué no me parece doblemente bueno?
Ya sólo se oye una risa ahogada, muda, vacía. Y silencio. Nada más. Respiración entrecortada y clavos oxidados que se retuercen de nuevo, como siempre.
La espera consume. La impaciencia carcome. La incertidumbre mata.
Y, ésta es la historia de una princesa de pies hajados y alma desgastada que ya no espera, ni pierde la paciencia, ni le importa no tener las respuestas. Sólo va donde el viento la lleva.

Y, de eso se trata, de dejar de necesitar.
De prescindir de las cadenas, de los pegotes de mugre, de la corona, de los zapatos y la ropa, de los prejuicios, de las personas.
Valer por ti mismo. Saber quién eres y alcanzar a quien quieres ser.
ESO ES.
Dejar atrás el cigarro que te hacía sentir más importante, más tranquilo.
Fumarte la vida e inhalar cada día como si fuera el último. Drogarte con las risas, con los ojos achinados, con las manos que tocan y con los labios que susurran. Ser adicto al aire, a la intensidad de los momentos y a sacarle todo el jugo posible a esta vida que creemos estúpida, un juego, una broma pesada.
Mirar al cielo, respirar, sonreir y echar a llorar. Es para ti; sí, también es para ti. Y tú eres para él.
Gradúa tu vista, aprende a mirar, tiembla al saber y al desconocer.
Sé tú, permanece despierto incluso dormido.

Sueña, vive,...

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