29 de marzo de 2019

Abono para flores.

Un aullido mudo rebota contra las paredes desnudas que custodian el todo y las partes. Me gustaría pensar que hay siluetas al otro lado, aunque ya no veo, apenas siento y sólo pienso.
Aspiro a bocanadas una nada que me asfixia, busco a tientas una cerilla, un resquicio entre tanto hormigón, un pomo, algo. Camino con los pies ensangrentados de tropezar con todas las aristas y de clavarse todas las astillas. Y, mientras, se va agotando el oxígeno.

Cuando cierro los ojos, me encuentro. Me veo. Soy. Y ansío cualquier escenario que no huela a humo de mujer y perfume de ciudad.
La brisa fresca del mar.
El arrullo de los árboles en medio de la naturaleza.
Lo genuino.
Lo salvaje.

Siento cómo se llenan mis pulmones y mi boca de palabras atrincheradas, y ahí se quedan, lejos del aire mundano, de oídos sordos y de miradas esquivas.

Quiero pensar que aún me vigilas desde el cuadro, que escuchas mi silencio llamándote a gritos, y que valoras mis palabras de paz, de aceptación y de amor.

Me seguiré acunando en tu recuerdo, en tus palabras, en tus miradas cómplices, en tus errores, en tus tesoros escondidos, en tu presencia incondicional y en todo lo que soy gracias a ti.

- Dime algo bonito.
- Te pareces a mí.