24 de noviembre de 2014

Reciclaje de recipientes y tierra.

Aquí están.
Lo más sorprendente es que sigan ahí, exactamente donde las dejé.
Y, ahora, por fin lo entiendo.
Este globo es para los que no se olvidan de ser niños.
Si se rompe un piano, deja de sonar. Pero nadie puede quitarnos la voz. Es nuestra. Nosotros la moldeamos. Sólo hay un filtro. No tenemos por qué esperar a que nadie haga nada por nuestra voz. La tenemos para siempre porque nosotros, y sólo nosotros, decidimos qué hacer con ella.

Vuelo hacia montañas donde el eco llega a todas las miradas tristes, donde la estela perdura en las sonrisas tiernas, donde la lluvia es una invitada de honor y la naturaleza nuestra anfitriona.

Cuánto echaba de menos las golondrinas y su aleteo, las cascadas de agua cristalina, bucear por el océano y alcanzar los mismos tesoros que alcanzan otros buceadores curiosos.
Las predicciones se equivocaban. Los ecos se escuchaban porque estamos muy repartidos por un mundo demasiado grande. Por eso es tan fácil perderse y tan único encontrar.

Sólo falta esperar. Esperar a que todo deje de pudrirse por culpa de los estúpidos gusanos. No se van sólo por desearlo con todas tus fuerzas, hay que convencerles.

La vida es una cuestión de prioridades. Dependiendo de lo que quieras hacer con ella, será vida o mera existencia. Como quien corre por el pasillo para no ver los monstruos en la oscuridad. 
Nadie entiende que sólo necesitan que dulcifiquen su alma.
Todo es cuestión del cristal.

Plumas acariciando mis sombras. Cielo invadiendo los vacíos. Y una sonrisa en mis ojos cuando los pies saben a donde ir.

Llenar el mundo de flores no es ninguna tontería.