23 de noviembre de 2015

Escondites de herramientas.

Una partitura llena de silencios precede mis pensamientos.
De tanto ser y estar, se me olvidó latir.

Recordando viejas aventuras imaginarias, viejas melodías, viejos vuelos sin paracaídas hacia el más absoluto todo.
El polvo ocultó durante mucho tiempo los pistilos. Ahora que han vuelto solo deseo que no decidan marcharse de nuevo.
Los rincones impolutos de luz invisible, de olor a jazmín, resuenan brillantes. Recubren lo aprendido y lo absorben, crecen y hacen crecer.

Silbo al viento melodías para quien las sepa oír. Mis pasos se dirigen a algún lugar sin apenas darme cuenta, sin clavarme los cristales ni las conchas sádicamente moldeadas.

Y, de repente, me siento, me percibo, me huelo, me identifico y saboreo mi esencia.

Cuando nuestra mente está lejos del suelo nos acercamos más a nosotros mismos.

Las flores en los charcos merecen delicadeza, ternura y mimo.

22 de noviembre de 2015

Escalones altos.

Vivimos distraídos de lo realmente importante. Nos obsesionamos con bolsas de plástico que bailan y no conseguimos ver la flor que nace donde todo muere.

Un jardinero ha estado por aquí dando forma a mis ramas. Ahora están más bonitas, más coherentes, menos tristes.

La vida no es más que comprender que todo es relativo. Que en las sombras hay un poco de luz y que en la luz también hay alguna sombra. Y no pasa nada.
Todos erramos, todos acertamos, todos dudamos, todos soñamos, todos esperamos. Y no pasa nada.
Porque el laberinto nos lleva a rodearnos de rosas y también de sus espinas.

Me marcho a algún lugar donde el aire no esté tan cargado de nada. Donde haya algo que escribir en silencio y algo que ver al cerrar los ojos.

Siempre hay tiempo y siempre hay esperanza.

3 de octubre de 2015

Directrices y cicatrices.

El barro salpica las pantorrillas entre un paso y el siguiente.
A veces las gotas se nos meten en los ojos.
Sin embargo, el camino nunca desaparece.
Salir a talar un árbol sólo ahuyentará a las golondrinas.
Mirar atrás hará más pesadas las piedras de nuestra mochila.

Únicamente con la constancia y la fortaleza de levantar un pie y después el otro podremos alcanzar el lugar al que pertenecemos.

Así se construye todo.
Es la única manera.
Paso a paso.
Paso a paso.
Paso a paso.

30 de julio de 2015

Momentos invisibles.

A veces, se encuentra tan lleno que parece que va a explotar. Esos momentos compensan los ecos que resuenan los días teñidos de añil.

Hay quien abraza hasta las entrañas.
Hay ojos que envuelven, profundos como el espacio sideral.

Un baúl lleno de cuadernos en blanco con ataques de pánico y crisis de ansiedad, un candado sin ojo de cerradura, bisagras soldadas con acero y cobre.
Abrirse es una elección cardíaca y no cerebral. Así se coge más impulso para volar sobre el abismo y alcanzarlo todo.

13 de mayo de 2015

Oda a ti.

Una flor por cada pensamiento dirigido a aquellos que se creen invisibles.

Esta realidad juega con el mito de la inmortalidad para que creamos que nos sobra el tiempo, que nos podemos permitir preocuparnos por tonterías.

Escuchen atentamente:                           NO.

No hay tiempo para minucias. Nunca lo hubo. Nos engañaron. Nos engañamos.

Cada vez que llenamos nuestros pulmones es motivo de dicha.
Todas las sonrisas que no han existido, empobrecen el corazón.

¿Saben qué?
Hay que sonreír.
Y hay que dar los buenos días, tardes y noches.
Seamos amables, sujetemos puertas, facilitemos las vidas de los demás.
Nunca sabemos si detrás de esa persona que gruñe hay un sufrimiento escondido, una carga demasiado pesada.
Hay muchas personas que necesitan esa amabilidad desinteresada. Incluso sin saberlo.
Abracemos a la gente que lo necesite. Nadie rechaza un abrazo sincero.

Y, POR FAVOR.

No nos callemos ningún pensamiento bueno. De nadie. Jamás. Es cruel guardárselo.
Nunca sabes cuánto te puedes llegar a arrepentir de lo que no dijiste.
Y nunca sabes todo el bien que ese pensamiento puede hacer.

Un mundo diferente, día a día. Empezando por cada uno. Por ti.

6 de mayo de 2015

Serie cromática compleja.

Ella caminaba como si acabara de aterrizar por casualidad en ese preciso punto del universo.

Miraba a su alrededor con ese centelleo estupefacto de quien no ha visto jamás nada parecido. Los detalles eran abrumadores para su recién despierta mente. Absorbía con todos los poros de su cuerpo la luz que todo lo envolvía. Se fascinaba con la enormidad del mundo y, cerrando los ojos, se dejaba acariciar por todos los colores que el Sol enviaba a través del viento. Dejaba su conciencia a un lado para flotar entre sus pensamientos más escondidos, descansando sobre el planeta y dejándose acunar por él.

Solo salía del ensueño para observar los seres que convivían con ella. Siempre los encontraba buceando con la mirada en lagunas de fango, distraídos de todo cuanto tenían a su alrededor. Dudaba siquiera que supieran la cantidad de compañeros de planeta que buceaban cerca de sus propias preocupaciones, ni tampoco lo espléndido de la luz que envolvía lo sórdido y lo sobrecogedor.
Niño, no duermas con los ojos abiertos, que te vas a quedar ciego.

Las razones de su aterrizaje forzoso seguían siendo un misterio. A veces pensaba que tenía una misión, otras que lo único sano es improvisar.

Un paso y, después, otro.

Llenarse la cabeza de preguntas acaba asfixiando el corazón.