Algunas palabras caen como yunques por un acantilado. Como cadáveres putrefactos arrojados al brillante río de las ilusiones.
Como tener alas y no salir de casa. Comprarte un Cadillac sólo para ver
como se amontona el polvo sobre su reluciente parabrisas.
Yo no elijo esa vida.
Estallo en ganas por conocer, por saber, por ver, oler, oir, tocar, sentir.
No me voy a quedar atrás. La música me espera. Y no voy a defraudarme. Yo soy todo lo que tengo.
Y, mientras, continúa el olor a humedad de las goteras de siempre. El
hedor del sudor de los cerdos del rellano. La pútrida silueta en el
espejo. Enciendo un cigarro en medio de este caos, me conformo con la
primera calada y te lo paso.
Recobro la compostura y sigo caminando.
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