3 de mayo de 2013

Pupilas de luz.

Hay almas de las que nos enamoramos antes de verlas enteras.
Hace falta sólo un destello para que caigamos rendidos ante ellas.
Y, es desde ese momento desde el cual quedamos encadenados de por vida, y no conseguimos dejar de querer saber más y más cada vez, hasta llegar al núcleo más puro. El que, cuando lo conseguimos ver, nos llena cada poro hasta hacernos estallar en llamas saladas que brotan sin control y de las que no entendemos las razones.
Las almas más grandes suelen sentirse pequeñas e insignificantes, oscuras y poco valiosas.

Cuando no veas el camino en el momento más oscuro de la noche, mis ojos harán de guía y, si confías en mí, te darás cuenta de que tus ojos también están abiertos.
Y ya no me volverás a necesitar.
Pero probablemente, a partir de ese momento, yo ya no dejaré de necesitarte nunca.

Hay almas que se miran a los ojos y, simplemente, se ven.
Y hay almas que, al ver a otras, se empiezan a ver a sí mismas.

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