En la continua desidia de algunos días, encuentro las más descomunales ansias de cambio.
Los ecos no paran de resonar, los nudos se aprietan cada vez más fuerte y yo permanezco inmóvil a la espera de que alguien se de cuenta y decida salvarme.
El ambiente, más rancio y lleno de polvo, no me deja pensar; así que vuelvo a recorrer caminos que, en otros tiempos, me llevaron a un lugar mejor.
Por fin me he acordado de mí. Espero no volver a olvidarme.
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