Mente arrugada y ajada de trabajar demasiado, de pulir y cargar, de romper y reparar.
No se escuchan ni los pasos ni la respiración, evitando perturbar la añorada paz y entrar en el huracán de siempre.
A veces no da vueltas el mundo, sólo yo.
A veces no está todo del revés...
Midiendo puntada a puntada todo lo que tejen mis agujas y, si hay algún nudo, nada vale. Y son esos mismos nudos los que aprietan mis entrañas, hasta que apenas siento el calor y el frío, las flores y los cardos, arriba o abajo. Y todo parece igual.
¡Carguen arcos!
Una nueva batalla, de las más clásicas. Los soldados dan palos de ciego y se matan entre ellos. Las defensas no defienden.
Y, mientras, la luz entra a través de las cortinas y llena la estancia de una bruma cargada de magia e intimidad...
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