23 de noviembre de 2015

Escondites de herramientas.

Una partitura llena de silencios precede mis pensamientos.
De tanto ser y estar, se me olvidó latir.

Recordando viejas aventuras imaginarias, viejas melodías, viejos vuelos sin paracaídas hacia el más absoluto todo.
El polvo ocultó durante mucho tiempo los pistilos. Ahora que han vuelto solo deseo que no decidan marcharse de nuevo.
Los rincones impolutos de luz invisible, de olor a jazmín, resuenan brillantes. Recubren lo aprendido y lo absorben, crecen y hacen crecer.

Silbo al viento melodías para quien las sepa oír. Mis pasos se dirigen a algún lugar sin apenas darme cuenta, sin clavarme los cristales ni las conchas sádicamente moldeadas.

Y, de repente, me siento, me percibo, me huelo, me identifico y saboreo mi esencia.

Cuando nuestra mente está lejos del suelo nos acercamos más a nosotros mismos.

Las flores en los charcos merecen delicadeza, ternura y mimo.

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