1 de enero de 2016

Uno.

Con un rastro sonriente del ayer, doy la bienvenida al hoy llena de entusiasmo. Abrazo cada aprendizaje y cada persona. Cada palabra sincera que me hayan dedicado aunque no tenga certeza de quién.

Lanzo una mirada espectante al cielo como aquel niño que mira a sus padres en la grada cuando mete gol. Lo estoy consiguiendo y tú eres parte de ello. Estás en cada sonrisa que dedico y genero, en cada gesto, en cada pensamiento viajero que se deposita silenciosamente en el corazón de los caminantes solitarios.
Acomodándome en mi asiento, trato de facilitar la existencia de cuantas vidas mi mano toque, sean muchas o pocas.

Y todo sigue girando...

Una mirada arrugada se enorgullece, una mano manchada acaricia mi cogote, unos labios envejecidos de tanto enseñar besan mis recuerdos más salados y me empujan hacia el futuro con un escudo con filtro por lo que pueda venir.

Algunos peldaños más arriba sólo miro con satisfacción lo recorrido y con ilusión los escalones que me quedan por delante.

Cada año mejor acompañada de mí y de los demás.
Cada año con más luz a lo largo del camino y menos peso en la mochila.
Cada año más feliz.

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