27 de noviembre de 2020

El regreso.

Cuando aprendes buceo te explican que, al alcanzar ciertos niveles de profundidad, salir de forma brusca puede ser peligroso e incluso mortal. En lugar de apremiar el momento, el protocolo a seguir es ir ascendiendo progresivamente para que nuestro organismo pueda habituarse a los cambios de presión y salir a la superficie de forma segura. El descenso también es progresivo, y precisa calma y concentración. 

En el trayecto, el objetivo es explorar el universo desconocido que se va presentando ante mí, del que sólo había oído a hablar en libros de texto y documentales. Descubro cuevas deshabitadas desde hace años, donde aún se pueden escuchar risas y llantos de una pequeña boca enmarcada por tres hoyuelos, y encuentro tesoros abandonados accidentalmente entre los resquicios donde nadie antes había mirado. Estudio el comportamiento de la fauna que me habita, sus costumbres, sus guaridas, sus motivos. Observo desde fuera lo que llevo dentro, simplemente para saber que está ahí, para escucharlo, para sentirlo.

Sé que dentro de no mucho tocará aprovechar esta fuerza para armarme de paciencia y bucear en dirección a la luz. Bucear lentamente hasta que mi sistema circulatorio esté preparado y mis ojos sean capaces de adaptarse al resplandor de más arriba. Volver a casa, esté donde esté, pero volver completa.


- Entonces, ¿tienes clara la respuesta a mi pregunta?

- Siempre fue .

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