6 de septiembre de 2013

Lluvia de abstinencia.

Y arder en llamas que desintegran todo lo que creía haber aprendido.
Y romper las correas que encadenaban los sueños.
Y volver a sentir el vértigo de una estrepitosa caída.
Y respirar.
Intentar pensar.
Intentarlo otra vez.
Y otra.
Y recobrar el aliento que el ladrón se llevó en el poco espacio que nos separaba, como un dementor.
Y seguir viviendo sin pararme.

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